Antes de entrar en materia debo decir, para vergüenza y oprobio míos, que ayer noche, unos 5 minutos antes de que el adap, tador de mi compa de habitación hiciera «puf» y nos dejara provisionalmente sin capacidad de conexión a fuente de energía eléctrica alguna, en el fondo de mi mochila aparecieron como por arte de magia, tanto mi adaptador como el cargador de baterías de la cámara que tanto había echado de menos. O sea que todo en orden.
Y pasando al asunto. Esta pasada noche llueve y amanece de igual forma. Lluvia suave y pertinaz, y nubes bajas a la altura de las narices.
Siguiendo la costumbre de los fuertes obligados madrugones, me despierto muy pronto, esta vez sin la más mínima necesidad, y para hacer un poco de tiempo, me doy un breve garbeo por los alrededores para echar algunas fotos, si la cosa lo merece.
Tras un ligero pero suculento desayuno, y tras reconsiderar si merecía la pena cambiar el plan por causa de la lluvia y la niebla, se decide continuar con lo previsto, o sea subir al monte en teleférico.
El tal teleférico parece hecho a mala leche porque para llegar a la estación hay que subir medio monte. Memos mal que el camino es una pasada de bonito y más con el día que hace.
La subida se hace en dos teleféricos, uno pequeño hasta un punto y a partir de ahí en otro más grande.
El día no levanta, así que vuelta a bajar.
Templo para hacer un poco de tiempo, recogida de mochilas en el hotel y al ferry para iniciar camino inverso hasta Hirosshima, y de aquí en el tren bala hasta Tokyo, previa compra de la comida en la estación de Hiroshima.
El tren es rapidillo y en unas 4 horas y media nos deja en la estación de Tokyo, metro y al hotel, majo pero con habitaciones minimísimas.
Metro de nuevo hasta Ginza, y comida a base de sushi.
Metro para regresar al hotel y hasta mañana.
Espacio de Jesus M. Rodriguez 
Que bonito!! Ayyyyyyy…..los cargadores…😅🙈
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