2024-06-02 VIAJE A JAPÓN. EPÍLOGO

Unas breves consideraciones sobre el viaje que acabamos de terminar. Todo lo que aquí se dice es la impresión puramente personal e intransferible que me ha producido lo poco que hemos visto de ese país, dos ciudades importantes y alguna cosilla más suelta y en un tiempo realmente breve para una país como ese que aunque no de gran extensión (378.000 km2, como el 75% de la superficie de España) ronda los 125 millones de habitantes (2,6 veces los de España) de los cuales unos 14 viven en la capital. Para terminar con datos demográficos la densidad de población es de 330 habitantes por km2. En españa es de 96. O sea que allí se encuentran bastante más apretujados que aquí. Más de 3 veces más apretujados, eso sin contar los turistas entre los que nos hemos encontrado.

En definitiva que todo lo que diga a partir de aquí (lo anterior son datos más o menos exactos como se puede comprobar en la Wiki) carece del más mínimo rigor y cualquier parecido con la realidad será pura coincidencia.

Hay varias cosas que llaman la atención al visitante avispado (no como yo, sino otros).

La limpieza de las calles y jardines. No existen papeleras en los lugares públicos y la norma es llevarse a casa los restos que aquí se tiran en cualquier papelera o sus alrededores. No se si será educación y convencimiento o terror a las multas, pero el sistema funciona de manera perfecta. Hay que ser Sherlock (Holmes con su lupa, la pipa y el gorrillo no son precisos) para encontrar un papel o una colilla por el suelo.

Y el fenómeno lo hago extensible a los muy numerosos y siempre gratuitos servicios (en el sentido de retretes) públicos. Todos los que he visitado y han sido bastantes y en diferentes localizaciones geográficas y ambientales, se encontraban como para viajar a Japón sin necesidad de hoteles, a base de vivir en semejantes sitios. Y debo decir que no he visto a ningún funcionario como el de la película citada el otro día. Y qué decir de sus automatismos y controles, aunque en esto hay algunas variantes, desde los más sencillos con unos 6 mandos (chorrito, chorrazo, secador, bomba y yo qué se), hasta los más sofisticados que disponen de un panel que me río yo de los de la estación espacial. Y todos con el asiento calefactado y muchos con la tapa de apertura y cierre automáticos al acercarse y alejarse respectivamente, además de descarga de cisterna (normalmente sin depósito) en cuanto das un paso al frente tras haber realizado las funciones fisiológicas correspondientes. Hasta un sorprendente mando llamado «PRIVACIDAD» con un icono de nota musical y el correspondiente mando de volumen. Yo pensaba que al actuar sobre él sonaría, por ejemplo, la entrada de la 5ª de Beethoven que es bien ruidosa y solemne. Pero no, simplemente se oye un ruido como de descarga de la cisterna. Y una pega que se resuelve de forma sencilla: el papel higiénico (se ve que no acostumbran) es de una finura tal que por una parte da pena usarlo y por otra da cosa porque si no lo doblas al menos 8 ó 10 veces puedes verte en la desagradable situación de utilizar los dedos a través del agujero que indefectiblemente se creará a través de unas pocas capas de dicho papel.

Las habitaciones de los hoteles pueden ser de una pequeñez exagerada provocando en algún caso que debas elegir o la maleta o tú. Ambos a dos no caben. Eso sí, parece que tienen una cierta tendencia a poner unas camas excesivamente grandes que prácticamente llenan la habitación, lo que dificulta seriamente el llegar a ella. Y olvídate de armario para la ropa, silla y mesa para trabajar o para lo que gustes. Pero en todos dispondrás de zapatillas y yukata (especie de bata que usan como pijama) cambiados a diario además de una serie de complementos gratuitos, normalmente en la zona de recepción, como cepillo de dientes, peine, toallitas, etc. Y los precios no parecen exagerados.

En relación con las comidas hay de todo y a buen precio sim se compara con nuestros estándares. Salvo algunos pescados crudos (si te gustan y no te dan cosa) y algunas preparaciones de carne, o de mariscos, el resto es más bien poco apetitoso, aunque muy entretenido si te olvidas de los tenedores y utilizas sus palillos. Y muy importante: asegúrate de que donde vayas a comer o cenar tienen sistemas civilizados de aposentarse, bien con mesas y sillas normales, bien, si son de sentarse en el suelo, que dispongan bajo la mesa del correspondiente foso donde colocar las piernas, aunque en cualquier caso, estos últimos son bastante incómodos por carecer de respaldo y precisar de ciertas contorsiones para situar los piés, al final de las piernas, en el fondo del foso a través de la escueta ranura que hay entre el suelo-asiento y la propia mesa. Y no olvides que luego hay que salir. Y terrazas pocas (muy pocas) y muy pequeñas y muy llenas cuando las hay.

La gente muy amable y con ganas de agradar. O al menos lo aparentan. Los hombres con pelo negro y abundante (decían que gracias al yodo de las algas que es un alimento muy utilizado), barbilampiños o muy afeitados y las mujeres, sobre todo las jóvenes y jovencitas superdelgadas y blancas como la tiza por su rechazo a la piel morena, lo que les permite amortizar los paraguas doblemente. Cuando llueve y cuando hace sol.

El transporte muy bien organizado y muy fácil de utilizar a pesar de las numerosas líneas de metro, trenes locales y trenes nacionales. Algo más complicado es saber qué tipo de Barik o billete ocasional merece la pena comprar. Con Google Maps y un pelín de atención a las señalizaciones, ninguna dificultad.

Los templos y santuarios son el pan nuestro, no de cada día sino de cada hora,para el sufrido turista. Después de 12 días y unos 8000 visitados llegas a distinguirlos. Yo sigo una regla nemotécnica que suele funcionar. Si hay un «tori», especie de arco en forma de «pi», la letra griega, se trata de un santuario. Si no hay «tori», templo. Ya no me preguntes en qué más se diferencian. Creo que los templos suelen tener una pagoda en su entorno, a modo de campanile, aunque algunas veces falta, no sé si es simplemente porque no tiene o porque en su momento se quemó, se derrumbó o le cayó una bomba en la guerra. Y los farolillos que suelen adornarlos con cosas escritas no son oraciones o jaculatorias o cosas parecidas. Son pura y implement anuncios de los patrocinadores, o sea que en la fachada del templo (o santuario, o ambos, no sé) puedes ver «Beba Coca Cola» o «Red Bull te da Aaaalas» o casa parecidas. Pero como no lo entiendes… Ah, y los jardines aledaños, muy monos ellos y muy japoneses.

Y para terminar, al menos por ahora, que si se me ocurre algo más lo iré añadiendo aquí mismo, mención honorífica a las escaleras. No solo subes para bajar o bajas para subir, que sería (em realidad es) una simpleza bastante estúpida, sino que para llegar a cualquier sitio visitable lo harás una y otra y otra y otra y otra vez. Y lo más pistonudo del caso es el diseño. Tendrás la idea de que los japoneses son más bien bajitos ¿verdad?. Pues las escaleras, generalmente, son de una altura de peldaño como para los habitantes de Gulliver en el país de los gigantes. Y para terminar de jorobar, normalmente la huella (la parte plana del escalón) es ridículamente pequeña de forma que la combinación de ambas dan lugar a unas escaleras que me cagüen.

Tengo una teoría, aunque probablemente no sea acertada. Pero podría serlo. Se trata de un viejo sistema defensivo. Para los bajitos japoneses enemigos, era muy dificultoso llegar a ningún sitio porque como ya he dicho, había que subir escaleras (y bajarlas). Pero no habían contado con los yanquis. Para ellos fue un paseo conquistar Japón. Aunque no se enteraron del tema hasta después de las burradas de Hiroshima y Nagasaki, lo que se podría haber evitado si hubieran estado un poco más atentos a as circunstancias.

Y aquí lo dejo que ya veo que me estoy pasando en decir bobadas y empieza a ser un poco tarde.

ADENDA 1.

No sé por qué he puesto el «1» después de lo de adenda pensando que podría haber más adendas en un futuro próximo. ¿No sería más fácil, en ese caso, añadir una simple «S»?.

Estudiantes, niños, perros y desocupados ocupados.

Pensaba yo que aquí los estudiantes estudian poco porque es normal encontrarlos, durante las horas lectivas, en la playa, en el museo, en el monte o yendo o viniendo del teatro, el cine o cualquier espectáculo cultural o deportivo, en lugar de estar en clase aprendiendo a sumar y restar sin calculadora. Pues esto, comparado con Japón, una chorrada. Aquí los encuentras por todas partes, en grandes manadas, muy disciplinadas, eso sí, pero a todas horas, en todas partes, e incluso en sábados domingos y fiestas de guardar. Claro que con lo endemoniado que es su alfabeto es comprensible que tengan que airearse después de haber memorizado el grupo de símbolos kanji del día.

Niños, pocos. Al menos por donde hemos andado. Claro que en un país donde el transporte ferroviario es prácticamente imprescindible y la accesibilidad es más que cuestionable (otro lugar donde practicar el noble deporte de subir escaleras para llegar a un sitio desde el que tengas que bajar o bajarlas para luego tener que subir, se comprende que no apetezca nada salir con el cochecito del niño, este incorporado. Haberlos los habrá, pero bastante ocultos.

Perros, menos que niños. Y cagadas y meadas, claro, ni una.

Desocupados muchos debe haber. Por todas partes encuentras gente cuya única (aparentemente) función es doblar el espinazo cada vez que alguien pasa cerca, emitiendo una jaculatoria (será buenos días o que usted lo pase bien o algo) y señalando por dónde entrar (es un ejemplo, pero real como la vida misma) a un recinto al que te diriges por un pasillo que termina en un único acceso y del que no puedes escapar salvo por dicho acceso. Y no hay uno(a), sino que a lo largo del recorrido puedes encontrar uno de estos funcionarios cada 2 metros con la misma idéntica rutina. O que dirige el tráfico en zonas peatonales sin aparente necesidad.

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