2023-09-19 EL REGRESO

Hoy toca regreso y como tal, ningún momento mejor para hacer una breve reflexión sobre la semana de estancia en la ciudad de Nápoles. Y sus alrededores.

Hay varias cosas que sorprenden al viajero que llega por primera vez.

Voy a tratar de resumir las que más me han llamado la atención.

La primera es que no hay que fiarse de ninguna de las notas, por muy oficiales que sean, sobre cualquier tema porque es más que posible que estén ya obsoletas. O que nadie las aplique. Algunos ejemplos:

  • Tarifa de taxis sacada de Internet de una web más o menos oficial, indica tarifa fija Aeropuerto – Centro Histórico: 18 €. Precio que te cobrarán sí o sí, 25 €. Si le dices que la oficial es 18, te sacan el papel donde dice que son 21 €. Pero seguirás pagando 25. O irás andando.
  • Entrada al anfiteatro de Pozzuoli. (Y por cierto, las nativas de Pozzuoli no son Pozzuolas, leído Pochuolas, sino “Puteolani”, que suena mucho peor, pero asín es). Papel oficial pegado sobre la taquilla indica que hasta el 15 de setiembre se cobra 1 € más por las inundaciones. Estamos a 16 de setiembre y siguen cobrando el susodicho. Reclamas y te enseñan en el móvil un comunicado del ministerio de no sé qué donde dice que prorrogan lo del euro adicional hasta el 31 de diciembre. Pero sigue el papel antiguo. ¿Hasta cuándo? Sería interesante comprobarlo.
  • Cartelón en la entrada del Museo Arqueológico (de gran fama), anunciando una exposición sobre Alejandro Magno de la que la joya principal es el famoso mosaico de Issos, reproducción en mosaico hallada en Pompeya de una pintura griega que representa la batalla de ese nombre con los soldados dirigidos por Alejandro cargan contra los Darío III, con una enorme reproducción de un fragmento de dicho mosaico donde se puede ver la cabeza de Alejandro y la de su caballo, indicando las fechas, que casualmente terminaba allá por los últimos días de agosto (hace más de 15 días) y en estos momentos el mosaico no está visible porque lo están restaurando.

La segunda es el tráfico. El recorrido desde el aeropuerto hasta el centro histórico, la mayor parte de él por carreteras más o menos normales y calles de tamaño normal, pero empedradas con baldosas de basalto o similar que presentan una superficie que nada tiene que ver con lo que podría llamarse plana (cada baldosa está a una altura diferente de las adyacentes y con inclinación respecto a la horizontal también diferente en ángulo y orientación) a lo que hay que añadir un cierto desmadre en cuanto a velocidades, aplicación de normas de tráfico y, sobre todo ello, una vorágine de motoristas que circulan a gran velocidad y que esquivan y son esquivados con lo que se presume gran habilidad para evitar incidentes entre unos y otros y entre todos ellos y los peatones que se arriesgan a cruzar por los pasos de cebra, o no, y que finalmente, o sea en el último segundo, son respetados, evitando atropellos. Y no digamos cuando te conviertes en peatón y deambulas por las estrechas calles del centro histórico, con la parte dedicada a los peatones (donde la hay), de una anchura que difícilmente te permite andar como no sea de costadillo,, marcada por unos postes metálicos cada 2 m, más o menos, ocupada por motos aparcadas, montones de basura, el colgador de ropa de la señora de enfrente, un sofá, o cualquier objeto que imaginarse pueda, lo que obliga a circular por la calzada, esquivando coches aparcados que ocupan el 80% del ancho de la misma, más motos y artículos varios y por donde, cuando menos te lo esperas, o sea permanentemente, pasan motos con una o dos personas, más el niño o el perro o ambos, a unas velocidades inimaginables para las condiciones de la vía. Es evidente que circular en moto es lo más práctico en estos entornos, además de que se ve que al napolitano medio le encanta eso de la yincanas. Y me olvidaba citar las terrazas de pizzerías y trattorias con sus correspondientes veladores y sillas, además de los puestos de venta de cualquier cosa, etc., etc.

Proliferan los altares y hornacinas dedicadas a uno o varios santos, vírgenes de diferentes advocaciones, personajes supuestamente populares, de forma individual o compartida y en los que es frecuente encontrar la más o menos importante alusión a Maradona, desde un pequeño dibujo en la pared junto a la virgen de yoquesé, hasta una reproducción en cartón a tamaño natural del Pelusa haciendo compañía a varias vírgenes, santas monjitas y píos ciudadanos, cada uno con su correspondiente advocación y sus intermitentes lucecitas de colores, flores de plástico y velas apagadas.

Unas bastante sucias y otras muy.

El resto es ya bastante trivial. No encuentras un cm2 de pared sin pintar e incluyo los trenes de lo que parecen ser las líneas más antiguas y que son los que más utilizan los turistas, para distinguirlos de los de las líneas serias y de los del metro (de la CAF, por cierto) que están impecables. Aunque, todo hay que decirlo, el tema de las máquinas expendedoras de billetes son otra historia digna de atención. Unas veces no funcionan, otras dan error al final de una larga serie de pantallas y hay que empezar de nuevo, otras veces no admiten la tarjeta, otras no se abre la ranura para meter monedas… y algunas veces funcionan.

Maradona aparece por doquier. Pintadas, banderines, colgantes, fotos de los jugadores del Nápoles… Hasta tiene, convenientemente señalizado, un rincón, lo llaman el mural de Maradona, donde además de grandes pintadas del mozo y su correspondiente altar, se venden toda clase de recuerdos, relacionados con su figura.

Todo ello, la ciudad en general, sucio y desvencijado, con los montones de basura, unas veces con sus correspondientes bolsas, otras simplemente más o menos esparramada, en cualquier sitio y con aspecto de no ser recogida en bastante tiempo y nunca de forma exhaustiva.

Saliendo del casco histórico, la cosa cambia un poco. Hay zonas sin pintar, la suciedad no es tan evidente e incluso hay zonas con buen aspecto, comercio de lujo, etc. Pero las motos ahí están. Por todas partes.

En fin, una ciudad para disfrutar o desesperarse, según el espíritu de cada uno, pero que bien merece una visita tranquila y en buena compañía para disfrutarla a fondo.

Por lo demás el regreso sin incidentes.

Turbulencias (bastante fuertes y duraderas poco antes de llegar a Loiu) aparte, y comida en un italiano (de Leioa) para finiquitar el festejo y cada mochuelo a su olivo. Hasta la próxima, que esperemos sea más pronto que tarde.

Esta entrada fue publicada en 2023-09-12 A 19 NÁPOLES, MIS VIAJES. Guarda el enlace permanente.

Una respuesta a 2023-09-19 EL REGRESO

  1. mariabaenaluque dijo:

    Vaya ladronzuelo que son los italianos, por no decir otra cosa. Con turbulencia y todo, ya estáis aqui Unas fotos originales Bienvenidos María ________________________________

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