2024-05-22 KYOTO

Seguimos parecido con el tiempo. O sea bueno aunque hoy parece que habrá algunas nubes más que ayer.

Taxis, que hoy nos llevan al sitio correcto todos y cada uno de ellos y que se corresponde con el inicio del Camino del Filósofo, así llamado porque es el que recorría el famoso filósofo japonés de cuyo nombre no quiero (ni puedo) acordarme desde su casa hasta la universidad donde daba clases, uni que se encontraba en esta zona y que hoy ya no está.

El camino sigue el curso de un canal que trae agua desde un lago que se encuentra al otro lado de las montañas y que resulta un paseo agradable y con poca gente.

Recorriendo el camino nos desviamos para ver un templo (o santuario, o lo que sea, que no me aclaro si los budistas, como este son lo uno o lo otro) que se encuentra, cómo no, subiendo una cuesta, no muy larga en esta ocasión.

Poco que ver, con su jardín, no muy allá y con un cementerio próximo, además de una exposición de esculturas situadas en el entorno.

Siguiendo el camino encontramos un dibujante a lápiz que ofrece a la venta sus obras, algunas preciosas por cierto, y poco después un simpático viejillo (de nuestra edad más o menos) que se entretiene haciendo unos conjuntos de hoja y flor que ofrece a los paseantes, sin afán crematístico alguno, para que lo tiren al río. Si cae de cara es buena suerte y si cae al revés, es mala pata, pero está hábilmente construido como para que nunca pueda ser de mal agüero.

Separándonos del camino, llegamos a otro templo (o santuario) donde, además de perderse durante un rato otras dos interfectas, esta vez por entrar en una tienda sin avisar, podemos ver el primer acueducto que se hizo en Japón con técnica europea a base de ladrillo, y poder subir por una ladera, para llegar hasta un puentecillo donde esperas unas bucólicas vistas y te encuentras con una desagradable sorpresa, además de un templete y una cascada, de unos 20 cm de altura y con un caudal de aproximadamente 27 gotas por segundo.

Tras el enorme esfuerzo, un breve paseo hasta el lugar donde tenemos prevista la comida y que consiste en un menú ya establecido que se llama Kaiseki que significa comida de los monjes o algo parecido y que en principio era una frugal y pobre comida que hacían los monjes para estar en buenas condiciones espirituales y que hoy se ha sofisticado y que consiste en un montón de cosas o cositas, presentadas muy cuidadosamente en unos recipientes muy japoneses y que, además de la consabida incomodidad de sentarse previas contorsiones para poder meter las patas en el foso que hay bajo la mesa y que los locales no usan porque se sientan sobre sus talones, resulta muy variada y muy elegante pero llena de tofu en diferentes versiones. O sea, prescindible en un 74,3%.

Un café, francamente bueno, aunque al parecer complicado de pedir por el tiempo que está la guía parlamentando con el encargado de tomar la comanda para finalmente servir otra cosa diferente a lo solicitado, en un local próximo, y nuevo paseo hasta otro santuario (o templo), cuya puerta (tori) es una de las más grandes de Japón y que incorpora un bonito y amplio jardín, con sus lagunillas y demás, incluida una garza.

Terminada esta visita foto de grupo (una más), sacada por la guía con el tori al fondo.

Luego nos dirigimos a la última del día, puro relleno carente de interés y gracia que es la casa del samurai con un jardín birriosillo y una historieta sin demasiada enjundia que nos permite llegar a la hora en que la guía se despide hasta pasado mañana, porque mañana es día libre.

Taxi al hotel, unos a compras, otros a descansar y otros a sus labores, y cena (por decir algo) en una de las terrazas del hotel, con unas cosillas compradas en el super y a dormir que mañana los organizadores suplentes (del propio grupo por ser día libre) nos hacen madrugar.

NOTA: Después de comer también hubo una pérdida pero no la mencioné por ser de un habitual. Pero creo que es de justicia mencionarla a pesar de todo.

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